Vervoort y la eutanasia

Durante el mes de septiembre, en el que hemos dicho adiós al verano y hemos dado la bienvenida  al otoño naciente,  hemos vivido acontecimientos de importancia desigual, pues todo depende no sólo del color del cristal con que se mira, sino, principalmente, de los intereses de cada cual: sociales, económicos, culturales, deportivos… Iniciación del Curso escolar, fin de las Pruebas de Acceso a la Universidad, movilización de los ciudadanos contra el aislamiento ferroviario de Granada, cierre del espacio físico destinado al botellón, incertidumbre sobre si el Granada C.F. chino superará al italiano, Olimpiadas Paralímpicas, problemas  con los refugiados,  sin entrar en todo lo relacionados con la corrupción, las deudas del Ayuntamiento, la formación de gobierno o las luchas fratricidas en los partidos políticos.

Yo, que siempre hice mío el sentimiento de  Terencio, “humani nihil a me alienum est”, me he visto afectado, como ciudadano, por todas estas  turbulencias que zarandean nuestro navegar cotidiano. Pero,  antes de comenzar los Juegos Paralímpicos, escuché unas declaraciones que, aunque no han ocupados muchos titulares en los Medios, a mí me impactaron fuertemente. La belga Marieke Vervoort, 37 años, que en Londres 2012 logró el oro en 100 metros lisos,  la plata en 200 metros lisos, y el año pasado en los Mundiales de Doha, se proclamó campeona del mundo, batiendo récords en 400, 800, 1.500 y 5.000 metros, anunciaba: “Río es mi último deseo. Espero acabar mi carrera con un podio. Comienzo a pensar en la eutanasia. Pero, a pesar de mi enfermedad, he vivido lo que otros solo pueden soñar”.  Y en Río ha vuelto a conseguir el sueño: una medalla de plata.

Su enfermedad degenerativa incurable, diagnosticada el año 2000, se agrava en 2008. Año en el que firma el documento  de la eutanasia en Bélgica,  país, junto a Holanda y Luxemburgo, donde está legalizada, así como el suicidio asistido en Suiza y Oregón. Pendiente de la determinación adoptada, y publicada en los Medios, por Marieke he tratado de seguir el curso de los acontecimientos, tras las Olimpiadas. Y parece que todavía va a continuar saboreando los pocos intervalos de bienestar que el dolor le otorga: “quiero disfrutar de los últimos buenos momentos”, ha manifestado.

Siento admiración por esta extraordinaria atleta, por esta singular campeona, como por todos los que con limitaciones importantes son un  ejemplo de esfuerzo, constancia y superación en la vida. En mi mente está todavía aquella chica que en las Pruebas de Acceso a la Universidad hacía los ejercicios, sola en  un Aula,   de pie en la mesa del Profesor. Escribía,  las manos amputadas, con  el boli entre los dos muñones. Yo la vigilaba  (la veneraba) por encargo del Presidente, el querido Emilio García Wiedemann, quien,  por cierto, le dedicó un excelente artículo en Ideal. Su caligrafía era bellísima y sus conocimientos excelentes.

Volviendo a Vervoort, hay que reconocer su entereza y su madurez, al asumir su vida y su muerte con esa extraordinaria serenidad. Habrá quien diga  que acabar con la propia vida es una cobardía. Efectivamente. Si se parte de que la vida es un “don” de la naturaleza, que la naturaleza sólo se puede llevar. O de que es un “don de Dios”, y los humanos no podemos disponer de él. Asumiendo estas concepciones, los Estados se han apropiado de las vidas de los ciudadanos, y han legislado en contra de la libre disposición a elegir el momento y la forma de la muerte.  Aunque se está abriendo un poco la mano con el creciente uso de las sedaciones.  Yo alabo a Marieke y cumpliré su deseo: “Quiero que todos tengan una copa de champán en la mano y un pensamiento feliz para mí”. ¡Cheers! ¡Por ti, campeona!

(Publicado en IDEAL de Granada, el martes 27 de Septiembre de 2016)

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