Esperanza

El ser humano, como “animal de costumbres”, vive la situación de la pandemia de forma extraña. No acaba de adaptarse a la nueva vida, impuesta desde fuera: de aislamiento, sin todo el  calor familiar, sintiendo lejano lo cercano. En los mayores puede observarse una vivencia que el psicoanálisis freudiano llama “regresión”: un mecanismo en virtud del cual se intenta buscar, ante las dificultades del momento que impiden satisfacer las necesidades actuales, orientación y consuelo en formas de vida aletargadas en el subconsciente.

La persona joven se encuentra lanzada al futuro con proyectos de trabajo, de conocimiento, de amor… Cuando la existencia alcanza su cenit, y negros nubarrones le ocultan el horizonte, se vuelve la vista atrás, se mira por el espejo retrovisor, tratando de buscar cobijo en el ragazo de los momentos felices. No es una patología psíquica, sino un sedante, un instrumento de supervivencia. Ante el deterioro físico, se evoca el  vigor atlético de la infancia y juventud, la fortaleza incansable en el trabajo, las noches inagotables de fiesta… Se idealiza un pasado, al que el tiempo ha lijado todas las aristas.

Si al inquietante problema de salud le añadimos la inestabilidad laboral y la certera incertidumbre que genera la política, la economía, el nuevo comercio o el mundo digital, la regresión se socializa también. Se echa de menos el trato cordial con el tendero, el olor a conocimiento en las librerías, el corte limpio del carnicero… frente a la compra online, fría, aséptica, distante. Jubilados de Defensa, despojados ya de sus atributos profesionales, adelantan su carta al Rey, perdido en la noche de su soledad, para que coja el timón del barco a la deriva. Frente a los “virus” que atacan la sacralización de parte de nuestra cultura, hay una reacción de la sociedad para conservar las viejas tradiciones navideñas, parte folklore, parte historia sacra, que enraizaron en sus sentimientos y la transportan a un remanso de ilusión, de paz y de concordia.

Aunque la vorágine de los tiempos que corren invita a refugiarse en el ayer, a regresar patológicamente al pasado, hay que vacunarse contra el pesimismo que provoca la coyuntura actual, poniendo las luces antiniebla, porque vienen días de encuentro en distancias cortas, de felicitaciones y de esperanza. Los ausentes tendrán también un asiento en nuestra mesa y en nuestro corazón.

Publicado en IDEAL DE GRANADA el martes 15 de diciembre de 2020.

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