Semana Santa

Paradójicamente, el Covid-19 ha traído a los españoles, en 2020,  una Semana Santa luterana: sin procesiones huecas, sin folclore, sin saetas, sin desplazamientos turísticos…Y la Cuaresma  ha dado paso a la rigurosa y general «cuarentena laica», unidas por el signo externo del morado, religioso o político, y por el dolor angustiado del pueblo, cantando  «Resistiré» o «Facciamo finta che tutto va bene».

Los creyentes españoles, sin la parafernalia de la liturgia eclesial y de los pasos procesionales, no encuentran «tablas» para navegar estos días por el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. No han sido educados para la lectura de los textos sagrados;  se han quedado atrapados en la lengua del icono, de las tallas policromadas de Cristos, Vírgenes y  Santos. Por eso, estos días experimentarán el vacío virtual de unos oficios y liturgias televisados.

Esta Semana Santa, de confinación obligatoria, nos ofrece un tiempo precioso para la reflexión sobre la vida y la muerte, sobre lo público y lo privado. Una vida que experimentamos frágil; una muerte que nos aguarda insensible a creyentes y no creyentes, a ricos y pobres, a famosos y anónimos, para arrojarnos al  mar de la igualdad, como eternizó  Manrique en su elegía. Para reflexionar sobre los Decretos Ley que, en medio de este tsunami de infectados, muertos, altas, estadísticas…, garantizan la supervivencia de mucha gente, pero nos pueden  «colar» el programa de un gobierno autocrático de izquierdas: control de prensa;  nacionalización de servicios e industrias, cuya gestión  en manos del Estado  ha fracasado ya en este país y en otros muchos; cesión a las Autonomías «históricas» de las pocas competencias que les faltan para independizarse, en aras del  Estado Federal que subyace en el programa este Gobierno… Cesiones que difícilmente serán recuperables.

Resistamos y finjamos que todo va bien. Pero debemos superar el sentimiento de «pasión» que nos une, y  acceder a la racionalidad, quitando al Gobierno la máscara del plasma, con discursos vacíos y mítines indecentes, obligándole a una gestión consensuada y eficaz, para entonar pronto el «Aleluya» de la resurrección en salud y economía. 

Tres de abril de 2020

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