Pederastia

 

 

Tras un mes de enero centrado en el rescate del cuerpo de Julen, febrero abrió sus puertas a la información con las negociaciones entre Sánchez y Torra, el relator interruptus, presupuestos y procés, que culminaron con la convocatoria de elecciones generales. Pero, a la sombra de estos temas de gran transcendencia para España hemos seguido recibiendo noticias macabras y estremecedoras de violencia de género, de asesinatos  de mujeres, y de abusos sexuales.

La tarde del día cuatro de febrero sintonizo TV3 y encuentro una tertulia en la que participan dos activistas del independentismo catalán, el político hispano-argentino Albano Dante Fachin y el filósofo Bernat Dedéu. Comentaban los abusos cometidos por monjes de Monserrat, por los que el abad independentista había pedido perdón a las víctimas en la homilía del domingo. Pocos días después el arzobispo de Tarragona dimite por edad, pero acosado por defender a dos sacerdotes pederastas: «Puede haber un mal momento en la vida». Y los obispos de Cataluña piden perdón por los abusos a menores cometidos por religiosos, y se comprometen a eliminar todo tipo de tolerancia y encubrimiento. El día ocho hubo manifestación en Deusto contra los abusos de un profesor salesiano, durante 15 años, y contra la prescripción de estos delitos. Ese mismo día, El Periódico  titula: «Procesado un imán de Barcelona por presuntamente violar a un menor a mediados de 2017».  El día trece nos desayunamos con que el Director deportivo de las categorías inferiores del Atlético de Madrid es acusado de  abusos. Y una joven, Graciela, confiesa que ha solicitado una pulsera para su padre que va para salir de la cárcel tras abusar de ella durante muchos años.

Lo que está saliendo a la luz es sólo una muestra insignificante  del inmenso magma de perversión en el que está inmersa nuestra sociedad, en la que hay dos millones de adictos al sexo. De ahí que se multipliquen los abusos, agresiones y violaciones por religiosos, profesores, monitores deportivos, entrenadores, por padres y abuelos, por grupos desalmados…

Hace muchos años que vengo reflexionando sobre las vivencias de tantas  chicas anónimas violadas. ¿Cómo afrontarán su futuro? ¿Cómo cambiará su personalidad? ¿Cómo vivirán su relación interpersonal con los hombres? Y, en este sentido, la escritora Lolita Bosch denunciaba  recientemente  en eldiario.es: «Cuando nos violan, nada existe como existía, y el hecho de seguir viva adquiere otro sentido. Ser una mujer violada es tener que recordarte constantemente que sí, que esta que sigue hablando soy yo». Que sea tu profesor, tu entrenador, tu padre… el que destroce tu vida desmorona los pilares sobre los que ibas a construir tu existencia.

Save the Children pide al Gobierno, entre otras cosas,  que garantice la educación afectivo-sexual en la enseñanza reglada y que dote a los colegios de un protocolo de detección y gestión de casos de violencia contra la infancia. Distintos colectivos claman por la no prescripción de los delitos. Hans Küng, en su libro «Siete Papas», solicita a los últimos Pontífices la supresión del celibato obligatorio, para poner fin a los abusos execrables en los que se ha visto involucrada la Iglesia en  Estados Unidos, Alemania, Irlanda, España, Chile… Dedéu coloca la solución en el ateísmo y laicismo, frente a la represión religiosa.

¿Supresión del celibato, educación sexual o implantación del ateísmo acabarán  con esta degradación humana? Recuerdo cómo el novelista francés André Gide consideraba a la carne como un bien: gustaba experimentar, saborear y deleitarse en sus placeres, para llenar la capacidad hambrienta de vivencias que llevamos en nosotros. Mundo virtual y mundo real se nutren del «ello» freudiano incontrolado que nos ennoblece o nos degrada, conforme a nuestra capacidad para embridarlo. Desbocado,  genera pederastas en todos los estratos sociales, culturales e ideológicos.

Publicado en IDEAL de Granada el domingo 24 de Febrero de 2019

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