Violencia escolar

El reinicio de la actividad escolar, hace poco más de un mes, ha sacado a la luz pública una realidad que no es nueva, pero sí preocupante, en los Centros de Enseñanza: la violencia escolar, bajo las formas de acoso o bullying, agresión física, impuesto económico… En la mente de todos están los recientes casos de la niña de 8 años agredida en un colegio de la barriada de S. Roque de Palma. Alejandro, de 12 años, acosado durante 4 años en su colegio de Olula del Río. La niña del barrio madrileño de Hortaleza, de 14 años, amenazada dentro y fuera del Instituto. Y la sangre derramada por el joven de 17 años, en Almería, por la navaja de un chico de 14.
La violencia es una fuerza innata en el animal; un arma que le garantiza la supervivencia, tanto en la búsqueda de alimentos como en la defensa corporal. El animal racional, el hombre, mantiene esa “fuerza” de su especie, pero sometida al control de la “razón”, siempre que haya sido capaz de atesorar un sistema de valores que, desde la conciencia y la responsabilidad, amansen a ese caballo que siempre tiende a la dehesa. De lo contrario, la violencia humana alcanza cotas impensables en la selva. Ahí está el crimen de Pioz, José Bretón con sus hijos y tantos otros que almacenan nuestras mentes.
Es un hecho constatado que la agresividad en los centros escolares se localiza principalmente en la etapa de Secundaria. Y que hay ya muchos “reclutas” que, nada más pisar el Instituto, Primer Curso, juran la bandera de la perversión. No precisan mayor aprendizaje. Este fenómeno es un reflejo de la sociedad en que vivimos. ¿Acaso parte de nuestros dirigentes políticos no invitan permanentemente al desprecio de los adversarios e incitan al aniquilamiento de los mismos? ¿Cómo calificar a los estudiantes (?) que en las Universidades de Barcelona o Madrid utilizan la violencia para impedir expresar sus ideas a un conferenciante?
En los Institutos se trabaja, y se ha trabajado siempre, por evitar los robos de móviles u otras pertenencias; por erradicar el consumo de tabaco y de drogas; por mantener limpios de pintadas paredes y mobiliario; por una convivencia respetuosa y tolerante. Esfuerzo que ha sido fructuoso, a pesar de que se den casos como los que ven la luz en los medios de comunicación, y otros muchos que no aparecen.
Tarea que no resulta fácil, cuando cada mañana acceden al Centro de 500 a 1200 jóvenes, que van a moverse por espacios y aulas diferentes, con seis docentes cada mañana. ¿Cuántos Profesores de Guardia hacen falta para vigilar a esta legión de 12 a 18 años en un recreo por bar, patios, servicios, pasillos y, a veces, clases que muchos no abandonan? Tutores y Jefes de Estudios resuelven muchísimos problemas a lo largo del Curso. Pero, la verdad es que los conflictos serios no siempre llegan a ellos, porque los jóvenes no se abren y los compañeros no quieren descubrir los problemas, si los conocen.
La aplicación de las correcciones establecidas por Ley en “Derechos y Deberes de los alumnos”, por otra parte, requiere unos procedimientos muy garantistas para los menores. Oía, hace poco, a una conocida periodista decir que cómo no habían expulsado ya a determinado alumno del colegio. La creadora de opinión desconoce que hay que fijar los hechos, nombrar un instructor, informar a los padres, recibir alegaciones, convocar un Consejo Escolar, escuchar a víctima y presunto agresor, imponer sanciones con carácter educativo y “recuperador”, buscar colegio en caso de expulsión…, y quedar a la espera de que dos años después no te venga un juez a pedir responsabilidad sobre el procedimiento. ¡Ánimo, Directores!

Publicado en IDEAL de Granada, el lunes 24 de Octubre de 2016

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