Derrumbe moral

        Victoria Camps, en “Breve historia de la ética”, diferencia entre dos términos que, con frecuencia, se usan como sinónimos: «ética» y «moral». La ética se ocupa de la reflexión filosófica sobre la moral, mientras que ésta denota el conjunto de costumbres (mores) que rigen el comportamiento humano, de acuerdo con un código de valores.

        Todos nuestros actos tienen una dimensión moral, porque contribuyen a realizarnos o destruirnos como personas en la dimensión individual y social, indisolublemente unidas. Esta es la orientación que puede verse en “Ética para Amador”, de Fernando Savater.

        En el mundo griego, los sabios, los filósofos, fueron los que debatieron y elaboraron la carta de valores que dignificarían al hombre. Sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles, epicúreos… En la Edad Media son teólogos  y moralistas  cristianos quienes refunden los valores griegos con los evangélicos. Hobbes, Hume, Rousseau,  Kant, Marx, Nietzsche, Rawls, entre otros, ofrecen también sistemas fundamentados de moral.

        No cabe duda de que la moral cambia con el tiempo y con la sociedad, porque los grandes temas que abarca evolucionan y exigen nuevas respuestas y comportamientos: justicia, medio ambiente, trabajo, propiedad, economía, libertad, verdad, familia, salud, vida, muerte, protección social… Lo bueno, lo malo… Y detrás de un cambio de valores encontramos siempre un pensador que desmonta los anquilosados y justifica los nuevos. O un activista (santo para los creyentes) que los encarna en su vida personal y social.

        En la España actual, «desmoralizada», carecemos de «sabios»  que  puedan reconstruir el edificio de la vieja moralidad. Y mucho menos, al estilo helénico. Y  los políticos, que carecen del nivel cultural y moral mínimo para representar a la sociedad, pretenden moralizarnos con el BOE. Colonizar nuestras conciencias con «decretos» sobre sexualidad, biología humana, feminismo, colectivización de la propiedad y de la economía; con decretos que humanizan al animal y deshumanizan al hombre. ¿Qué podemos esperar de un Parlamento que no dialoga, sino insulta, degrada al interlocutor y pretende «triturarlo», como Azaña, o «abortarlo», como Pam?  Les dice Boadella: «ustedes no tienen nada nuevo que decir, excepto la voladura del pasado, cuyas consecuencias les impiden encontrar algo armonioso, vinculado a lo mejor que han hecho y hacen los seres humanos». Habrá, también, que darle la razón a Eslava Galán, cuando, en “Historia de España contada para escépticos” escribe que «una de las miserias determinantes de nuestra historia es que el errático y a menudo patético rumbo de España ha sido determinado por gobernantes patéticos y tarados».

Publicado en IIDEAL de Granada el lunes 20 de marzo de 2023

Comentarios de Facebook:

Deja una respuesta