Nihilismo

«Los vencejos», de Fernando Aramburu, ha provocado en los lectores y en la crítica literaria la misma frustración que vive el protagonista de la novela, Toni, ante la existencia. Aborda infinidad de temas, sin profundidad, incluido el suicidio, leitmotiv de la obra. El análisis técnico de la misma ocuparía un espacio del que aquí carecemos. Por lo que nos centraremos en la atmósfera nihilista que se respira a lo largo de los 365 días de la narración.

Si el nihilismo se define como «ausencia de aspiraciones vitales», porque la vida carece de sentido y «cada uno tiene derecho a decidir lo que hace», Toni, cincuentón, profesor de filosofía en un Instituto, se da un año para quitarse la vida, en una sociedad sin sentido. Nacemos por azar, morimos seguro, «y esto no lo cambian ni lo impiden la religión, la filosofía, las convicciones políticas, los espectáculos, o el placer». La familia, en la novela,  destila los tintes más negros de machismo, odio, hostilidad, infidelidades… El amor es un coñazo. Sirve para «ensamblar individuos y a continuación amargarles la existencia».

Presenta a la mujer desde la perspectiva más degradante de la historia: dominadora, con miedo hacia el varón «al que ve principalmente como un agresor, al que a toda costa desea domar y, si es posible, castrar». Al protagonista le resulta más empática y complaciente una muñeca sexual que tiene como pareja.

Si los asesores del Ministerio de Igualdad soportaran la lectura del libro, seguro que lo condenarían al “Index librorum prohibitorum”, como hacía  la Iglesia, porque «ahora los gobernantes se meten a regular con propósito restrictivo nuestros sentimientos como quien dicta las normas de tráfico. Da un poco asco», dice Toni.

De la enseñanza sólo ve positivo el sueldo. Pues a los alumnos «les sirvo en bandeja el vómito de mis mentiras que ni siquiera son mías y ellos se lo tragan sin inmutarse. El ser humano es un farsante por naturaleza».

Tras dinamitar la transcendencia y todas las instituciones de la sociedad, («No he profesado nunca con intensidad una fe, ni política ni religiosa. Barrunto que en el fondo son lo mismo»), no ofrece, como Nietzsche o Heidegger, una transmutación (Unwertung) de valores, un orden nuevo. Tal vez no sea posible. Pues si la religión, la ideología, la moralidad son instrumentos de control en favor del «status quo»; si todos los valores están al servicio del poder, para conservarlo y acrecentarlo, el nihilismo de Toni no empuja a la creación de un nuevo sistema moral, pues carece de fundamentos y objetivos, sino al suicidio.

Publicado en IDEAL de Granada el domingo 7 de noviembre de 2021

Comentarios de Facebook:

Deja una respuesta