Martínmorales

 

Cuando en 1987 designaron a Mingote para ocupar el sillón “r” de la Real Academia, suscitando una sorpresa general, escribí, en La Voz de Almería, un artículo titulado “El humor, a la Academia”. En él decía que el humorista gráfico es un permanente creador de lengua. Creatividad que arranca en el mismo instante en que un acontecimiento de nuestro entorno es codificado en clave iconográfica. Una imagen y unas palabras constituyen  la forma suficiente para albergar el contenido de un editorial o para transmitir las expectativas de todo un pueblo. El humorista, como el escritor, crea su propio universo pictórico-lingüístico, troquelado por la caricatura, la ironía y la polisignificación.

Tras visitar la exposición de Martínmorales, El dibujo inagotable, y leer los escritos que sobre su vida y obra encontramos en la publicación de CAJAGRANADA FUNDACIÓN, tanto del propio Paco, como  de su hermano Ricardo, de su esposa Magdalena y de  los escritores, humoristas gráficos, artistas y amigos que mejor lo conocen y más lo quieren, voy a glosar algunos aspectos de su creación.

Las viñetas de Martínmorales constituyen capítulos u obras completas de  temas que son permanentes en la historia de la humanidad. En  el personaje de Tartufo, Molière nos plasma la falsedad e hipocresía. En Hamlet, Shakespeare pinta el ser humano al que la duda bloquea el obrar. Con la caricaturización de Juan Guerra, Roldán, militantes del PP, los Pujols…, Paco nos enfrenta al tema de la corrupción, que es inherente al ser humano, y que ha azotado de forma despiadada a la democracia española. Para él, “la crítica tiene que ser destructiva. Eso de la crítica constructiva son ñoñerías”. Desde esta perspectiva está claro que el humor del alpujarreño no es un pasatiempo, sino un mensaje envenenado que provoca la indignación y mueve las conciencias de quienes inteligentemente se acercan a él.  Porque, como escribe, “junto al humor gráfico de evasión, existe otro cultivado por autores que pretenden desarrollar una catarsis frente a un mundo confuso, cuya realidad les desagrada o, cuando menos, les hace cuestionarse por qué las situaciones sociales, laborales, educativas, culturales, etc., siguen siendo tan irresolubles”. Dictadura, tortura, paro, terrorismo, desigualdades, crisis bancaria, censura…, y otra infinidad de temas de diferente calado le sirven para  escanear a la sociedad española de los últimos cincuenta años.

Martínmorales conjuga perfectamente la proporción dibujo/texto: ahí muestra su inteligencia y su  creación artística impresionante. La celebración del primer aniversario de la muerte de Franco la dibuja con calles llenas de botellas de champán  vacías y un calendario donde se ve la hoja “21 NOVIEMBRE”. Lo justo para provocar en el receptor las connotaciones que su intelecto, su cultura y sus sentimientos le permitan.

Del mismo modo que cada lector reescribe la obra literaria, las viñetas de humor  son también recreadas por quien las contempla. Pero la ingente obra de Martínmorales, como la de Máximo o Mingote,  necesitará muy pronto especialistas en hermenéutica. Críticos, de cuya ausencia se queja nuestro paisano. Porque ¿cuántos alumnos-PISA captarán todo el mensaje que nos trasmite la viñeta de la Plaza de Oriente sembrada de cruces gamadas, con un solitario barrendero recogiéndolas en su carro? Cada viñeta es una lección de historia, de análisis sociopolítico y de ética.

Hay que alabar  su talante y compromiso. Si Sócrates definió, con el “sólo sé que no sé nada”, la idiosincrasia del sabio, Martínmorales nos ha dejado otra frase lapidaria que sintetiza su  profundo pensamiento: “Soy un hombre confuso”. Idea que puede asumir  cualquier persona inteligente en la vorágine de un mundo actual prácticamente incontrolable, carente de valores firmes y seguridades.  En palabras de Juan Vida, “Paco nos devuelve cada mañana la imagen de la realidad transformada en sonrisa y en reflexión profunda”. Efectivamente.

(Publicado en IDEAL de Granada, el lunes 19 de Diciembre de 2016)

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