La mentira

            El hombre ha luchado siempre por conocer la verdad del origen y del fin del mundo,  sobre la naturaleza, acerca  del ser humano, sobre Dios… Búsqueda que ha sido el motor de  superación constante, de un  desarrollo científico, personal y social, cuyos límites desconocemos. Verdad que es relativa y en constante superación. Pero hay que buscarla  de forma solidaria, como dice Machado: «Tu verdad, no: la Verdad. / Y ven conmigo a buscarla. /  La tuya, guárdatela». Versos que deberían estar grabados en el frontispicio del Parlamento, para que los diputados  acuerden lo mejor para España, evitando el ninguneo del contrario, el insulto constante y la crispación peligrosa.

            Pero no. Nuestros representantes políticos  se han instalado en la mentira. Sobre todo, el Gobierno. Sin entrar en la falsedad de muchos títulos o currículos de los parlamentarios, nos están domesticando a base de propaganda, con  mítines, charlatanería,  que según Harry G. Frankfurt, son inevitables siempre que hablen sin saber de qué están hablando. Fernando Sabater,  en “La vida eterna”, escribe que siente «asco ante la mentira». Y cita a Michael P. Lynch: «Los seres humanos mentimos con la misma naturalidad con que respiramos. Mentimos para ocultar nuestras inseguridades, para hacer que otros se sientan mejor, (…), para encubrir nuestras fechorías».

            El Estado de Alarma ha puesto de relieve, en los políticos,  las palabras de los autores citados. Un trimestre de comunicaciones vacías, de ocultamiento de la verdad,  en cuanto a datos sanitarios, a muertos, a recursos empleados contra la epidemia  y a dinero malgastado. Un trimestre de destrucción del tejido productivo, de legislación opaca, de aleluyas en las televisiones, como en la mejor época franquista… Un trimestre sin decir la verdad, mintiendo y sin responder a las preguntas en las ruedas de prensa y a las interpelaciones de la oposición en el Parlamento. Un trimestre en el que los políticos no se han puesto de acuerdo en soluciones al problema sanitario y económico, como siente  Machado;  sino que se han dedicado a destruir al adversario en lo personal.

            Si la moral tradicional justificó el tiranicidio, ¿por qué la Constitución no retira de la vida pública  al mentiroso? Porque el gobernante mendaz es una persona degradada que crea inseguridad y desconcierto  en los ciudadanos.

Granada, 14 de Junio de 2020

Comentarios de Facebook:

Deja una respuesta